sábado, 28 de marzo de 2009

EVANGELIO domingo 29 Marzo 2009

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Quinto Domingo de Cuaresma



San Eutasio de Luxeüil, Tercera predicación de cuaresma



Leer el comentario del Evangelio por San Cirilo de Alejandría : «Si el grano de trigo muere, da mucho fruto»



Lecturas



Jeremías 31,31-34. Llegarán los días -oráculo del Señor- en que estableceré una nueva Alianza con la casa de Israel y la casa de Judá. No será como la Alianza que establecí con sus padres el día en que los tomé de la mano para hacerlos salir del país de Egipto, mi Alianza que ellos rompieron, aunque yo era su dueño -oráculo del Señor-. Esta es la Alianza que estableceré con la casa de Israel, después de aquellos días -oráculo del Señor-: pondré mi Ley dentro de ellos, y la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios y ellos serán mi Pueblo. Y ya no tendrán que enseñarse mutuamente, diciéndose el uno al otro: "Conozcan al Señor ". Porque todos me conocerán, del más pequeño al más grande -oráculo del Señor-. Porque yo habré perdonado su iniquidad y no me acordaré más de su pecado.



Salmo 51(50),3-4.12-13.14-15. ¡Ten piedad de mí, Señor, por tu bondad, por tu gran compasión, borra mis faltas! ¡Lávame totalmente de mi culpa y purifícame de mi pecado! Crea en mí, Dios mío, un corazón puro, y renueva la firmeza de mi espíritu.



No me arrojes lejos de tu presencia ni retires de mí tu santo espíritu. Devuélveme la alegría de tu salvación, que tu espíritu generoso me sostenga: yo enseñaré tu camino a los impíos y los pecadores volverán a ti.



Hebreos 5,7-9. El dirigió durante su vida terrena súplicas y plegarias, con fuertes gritos y lágrimas, a aquel que podía salvarlo de la muerte, y fue escuchado por su humilde sumisión. Y, aunque era Hijo de Dios, aprendió por medio de sus propios sufrimientos qué significa obedecer. De este modo, él alcanzó la perfección y llegó a ser causa de salvación eterna para todos los que le obedecen,
Juan 12,20-33. Entre los que habían subido para adorar durante la fiesta, había unos griegos que se acercaron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le dijeron: "Señor, queremos ver a Jesús". Felipe fue a decírselo a Andrés, y ambos se lo dijeron a Jesús. El les respondió: "Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser glorificado. Les aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto. El que tiene apego a su vida la perderá; y el que no está apegado a su vida en este mundo, la conservará para la Vida eterna. El que quiera servirme que me siga, y donde yo esté, estará también mi servidor. El que quiera servirme, será honrado por mi Padre. Mi alma ahora está turbada, ¿Y qué diré: 'Padre, líbrame de esta hora'? ¡Si para eso he llegado a esta hora! ¡Padre, glorifica tu Nombre!". Entonces se oyó una voz del cielo: "Ya lo he glorificado y lo volveré a glorificar". La multitud que estaba presente y oyó estas palabras, pensaba que era un trueno. Otros decían: "Le ha hablado un ángel". Jesús respondió: "Esta voz no se oyó por mí, sino por ustedes. Ahora ha llegado el juicio de este mundo, ahora el Príncipe de este mundo será arrojado afuera; y cuando yo sea levantado en alto sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí". Jesús decía esto para indicar cómo iba a morir.



Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por



San Cirilo de Alejandría (380-444), obispo, doctor de la Iglesia Comentario al Libro de los Números, 2; PG 69, 619



«Si el grano de trigo muere, da mucho fruto»



Cristo, primicias de la nueva creación..., después de haber derribado a la muerte, resucitó y subió al Padre como una ofrenda magnífica y resplandeciente; en cierta manera, como primicia de la raza humana renovada, incorruptible... Se le podría considerar bajo el símbolo de la gavilla de las primicias del trigo que el Señor manda ofrecer al Templo a Israel (Lv 23,9). ¿Qué es lo que representa este signo? Al género humano se le puede comparar a las espigas de un campo. Nacen de la tierra, esperan obtener su máximo crecimiento y, en el momento querido, son cortadas por la guadaña de la muerte. Por eso Cristo dice a sus discípulos: «¿No decís vosotros: Cuatro meses más y llega la siega? Pues bien, yo os digo: Alzad vuestros ojos y ved los campos que blanquean ya para la siega. Ya el segador recibe el salario, y recoge el fruto para la vida eterna» (Jn 4,35-36).Ahora bien, Cristo nació en medio de nosotros, nació de la Virgen santa así como las espigas salen de la tierra. Por eso en otra parte él mismo se nombra grano de trigo: «Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere da mucho fruto» (Jn 12,24). Así es como se ofreció él mismo al Padre por nosotros, como una gavilla y como las primicias de la tierra. Porque la espiga de trigo, por otra parte igual que nosotros, no se la puede considerar aisladamente. Lo vemos en una gavilla formada por numerosos espigas de una sola brazada. Jesucristo es uno solo, pero es y se nos presenta realmente como si fuera una brazada, en el sentido que en él están contenidos todos los creyentes, evidentemente en una unión espiritual. Si no fuera así ¿cómo podría san Pablo escribir: «Nos ha resucitado con él, y con él nos ha sentado en el cielo»? (Ef 2,6-7). Efectivamente, puesto que se ha hecho uno de nosotros, nosotros somos «miembros del mismo Cuerpo» (Ef 3,6)... Él mismo en otra parte dirige estas palabras a su Padre: «Ruego, Padre, que todos sean uno, como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros» (Jn 17,21). El Señor es, pues, la primicia de la humanidad destinada a ser entrojada en los graneros del cielo.




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domingo, 22 de marzo de 2009

EVANGELIO domingo 22 Marzo 2009

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Cuarto Domingo de Cuaresma



Santa Lea, Segunda Predicación de Cuaresma



Leer el comentario del Evangelio por Sermón atribuido a san Efrén : «El Hijo del hombre tiene que ser elevado para que todo el que cree en él tenga vida eterna»



Lecturas



2 Crónicas 36,14-17.19-23. De la misma manera, todos los jefes de Judá, los sacerdotes y el pueblo multiplicaron sus infidelidades, imitando todas las abominaciones de los paganos, y contaminaron el Templo que el Señor se había consagrado en Jerusalén. El Señor, el Dios de sus padres, les llamó la atención constantemente por medio de sus mensajeros, porque tenía compasión de su pueblo y de su Morada. Pero ellos escarnecían a los mensajeros de Dios, despreciaban sus palabras y ponían en ridículo a sus profetas, hasta que la ira del Señor contra su pueblo subió a tal punto, que ya no hubo más remedio. Entonces Dios hizo subir contra ellos al rey de los caldeos, y este hizo morir por la espada a sus jóvenes en el interior de su Santuario, sin perdonar a nadie, ni joven ni virgen, ni anciano ni hombre encanecido: los entregó a todos en sus manos. Ellos quemaron la Casa de Dios, demolieron las murallas de Jerusalén, prendieron fuego a todos sus palacios y destruyeron todos sus objetos preciosos. Nabucodonosor deportó a Babilonia a los que habían escapado de la espada y estos se convirtieron en esclavos del rey y de sus hijos hasta el advenimiento del reino persa. Así se cumplió la palabra del Señor, pronunciada por Jeremías: "La tierra descansó durante todo el tiempo de la desolación, hasta pagar la deuda de todos sus sábados, hasta que se cumplieron setenta años". En el primer año del reinado de Ciro, rey de Persia, para se cumpliera la palabra del Señor pronunciada por Jeremías, el Señor despertó el espíritu de Ciro, el rey de Persia, y este mandó proclamar de viva voz y por escrito en todo su reino: "Así habla Ciro, rey de Persia: El Señor, el Dios del cielo, me ha dado todos los reinos de la tierra y él me ha encargado que le edifique una Casa en Jerusalén, de Judá. Si alguno de ustedes pertenece a ese pueblo, ¡que el Señor, su Dios, lo acompañe y que suba...!".



Salmo 137(136),1-2.3.4-5.6. Junto a los ríos de Babilonia, nos sentábamos a llorar, acordándonos de Sión. En los sauces de las orillas teníamos colgadas nuestras cítaras. Allí nuestros carceleros nos pedían cantos, y nuestros opresores, alegría: "¡Canten para nosotros un canto de Sión!". ¿Cómo podíamos cantar un canto del Señor en tierra extranjera? Si me olvidara de ti, Jerusalén, que se paralice mi mano derecha; que la lengua se me pegue al paladar si no me acordara de ti, si no pusiera a Jerusalén por encima de todas mis alegrías.



San Pablo a los Efesios 2,4-10. Pero Dios, que es rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, precisamente cuando estábamos muertos a causa de nuestros pecados, nos hizo revivir con Cristo -¡ustedes han sido salvados gratuitamente!- y con Cristo Jesús nos resucitó y nos hizo reinar con él en el cielo. Así, Dios ha querido demostrar a los tiempos futuros la inmensa riqueza de su gracia por el amor que nos tiene en Cristo Jesús. Porque ustedes han sido salvados por su gracia, mediante la fe. Esto no proviene de ustedes, sino que es un don de Dios; y no es el resultado de las obras, para que nadie se gloríe. Nosotros somos creación suya: fuimos creados en Cristo Jesús, a fin de realizar aquellas buenas obras, que Dios preparó de antemano para que las practicáramos.



Juan 3,14-21. De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en él tengan Vida eterna. Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. En esto consiste el juicio: la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo el que obra mal odia la luz y no se acerca a ella, por temor de que sus obras sean descubiertas. En cambio, el que obra conforme a la verdad se acerca a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus obras han sido hechas en Dios".



Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por



Sermón atribuido a san Efrén (hacia 306-373), diácono en Siria, doctor de la Iglesia



Sobre la penitencia



«El Hijo del hombre tiene que ser elevado para que todo el que cree en él tenga vida eterna»



Cuando el pueblo pecó en el desierto (Nm 21,5s), Moisés, que era profeta, ordenó a los israelitas poner una serpiente sobre una cruz, es decir, dar muerte al pecado, y levantarla... Era preciso mirar a esta serpiente, puesto que los hijos de Israel fueron castigos con mordeduras de serpiente. ¿Y por qué unas serpientes? Porque habían renovado la conducta de nuestros primeros padres. Adán y Eva habían pecado los dos al comer el fruto del árbol; los israelitas habían murmurado también por una cuestión de comida. Proferir palabras de lamento porque hay que comer legumbres, es el colmo de la murmuración. Por eso dice el salmo: «En el desierto se revelaron contra el Altísimo» (Sl 77, 17). Ahora bien, también en el paraíso la serpiente estuvo en el origen de la murmuración... Así los hijos de Israel debían aprender que la misma serpiente que había tramado la muerte de Adán, les había procurado también a ellos, la muerte. Moisés la colgó de un madero para que, viéndola, por la similitud, se acordaran del árbol. En efecto, los que volvían sus ojos hacia él eran salvados, ciertamente que no gracias a la serpiente, sino por su conversión. Miraban la serpiente y se acordaban de su pecado. Porque les había mordido, se arrepentían una vez más y se salvaban. Su conversión transformaba el desierto en morada de Dios; el pueblo pecador, por la penitencia, se volvió una asamblea eclesial, y mejor aún, a pesar de él, adoraban la cruz.




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domingo, 15 de marzo de 2009

EVANGELIO domingo 15 Marzo 2009

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Tercer Domingo de Cuaresma



Primera Predicación de Cuaresma: Padre Cantalamessa



Leer el comentario del Evangelio por San Agustín : «Destruid este templo y en tres días lo levantaré»



Lecturas



Exodo 20,1-17. Entonces Dios pronunció estas palabras: "Yo soy el Señor, tu Dios, que te hice salir de Egipto, de un lugar en esclavitud. No tendrás otros dioses delante de mí. No te harás ninguna escultura y ninguna imagen de lo que hay arriba, en el cielo, o abajo, en la tierra, o debajo de la tierra, en las aguas. No te postrarás ante ellas, ni les rendirás culto, porque yo soy el Señor, tu Dios, un Dios celoso, que castigo la maldad de los padres en los hijos, hasta la tercera y cuarta generación, si ellos me aborrecen; y tengo misericordia a lo largo de mil generaciones, si me aman y cumplen mis mandamientos. No pronunciarás en vano el nombre del Señor, tu Dios, porque él no dejará sin castigo al que lo pronuncie en vano. Acuérdate del día sábado para santificarlo. Durante seis días trabajarás y harás todas tus tareas; pero el séptimo es día de descanso en honor del Señor, tu Dios. En él no harán ningún trabajo, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu esclavo, ni tu esclava, ni tus animales, ni el extranjero que reside en tus ciudades. Porque en seis días el Señor hizo el cielo, la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos, pero el séptimo día descansó. Por eso el Señor bendijo el día sábado y lo declaró santo. Honra a tu padre y a tu madre, para que tengas una larga vida en la tierra que el Señor, tu Dios, te da. No matarás. No cometerás adulterio. No robarás. No darás falso testimonio contra tu prójimo. No codiciarás la casa de tu prójimo; no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su asno, ni ninguna otra cosa que le pertenezca.



Salmo 19,8.9.10.11. La ley del Señor es perfecta, reconforta el alma; el testimonio del Señor es verdadero, da sabiduría al simple. Los preceptos del Señor son rectos, alegran el corazón; los mandamientos del Señor son claros, iluminan los ojos. La palabra del Señor es pura, permanece para siempre; los juicios del Señor son la verdad, enteramente justos. Son más atrayentes que el oro, que el oro más fino; más dulces que la miel, más que el jugo del panal.



1 Corintios 1,22-25. Mientras los judíos piden milagros y los griegos van en busca de sabiduría,
nosotros, en cambio, predicamos a un Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los paganos, pero fuerza y sabiduría de Dios para los que han sido llamados, tanto judíos como griegos. Porque la locura de Dios es más sabia que la sabiduría de los hombres, y la debilidad de Dios es más fuerte que la fortaleza de los hombres.



Juan 2,13-25. Se acercaba la Pascua de los judíos. Jesús subió a Jerusalén y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas y a los cambistas sentados delante de sus mesas. Hizo un látigo de cuerdas y los echó a todos del Templo, junto con sus ovejas y sus bueyes; desparramó las monedas de los cambistas, derribó sus mesas y dijo a los vendedores de palomas: "Saquen esto de aquí y no hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio". Y sus discípulos recordaron las palabras de la Escritura: El celo por tu Casa me consumirá. Entonces los judíos le preguntaron: "¿Qué signo nos das para obrar así?". Jesús les respondió: "Destruyan este templo y en tres días lo volveré a levantar". Los judíos le dijeron: "Han sido necesarios cuarenta y seis años para construir este Templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?". Pero él se refería al templo de su cuerpo. Por eso, cuando Jesús resucitó, sus discípulos recordaron que él había dicho esto, y creyeron en la Escritura y en la palabra que había pronunciado. Mientras estaba en Jerusalén, durante la fiesta de Pascua, muchos creyeron en su Nombre al ver los signos que realizaba. Pero Jesús no se fiaba de ellos, porque los conocía a todos y no necesitaba que lo informaran acerca de nadie: él sabía lo que hay en el interior del hombre.



Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por



San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte) y doctor de la Iglesia Sermón 163, 5



«Destruid este templo y en tres días lo levantaré»



Somos ahora los obreros de Dios y construimos el templo de Dios. La dedicación de este templo tuvo ya lugar en su Cabeza puesto que el Señor resucitó de entre los muertos después de haber triunfado de la muerte; habiendo destruido en él lo que era mortal, subió al cielo... Y es ahora que nosotros construimos este tempo por la fe para que también se haga su dedicación en la resurrección final. Es por esto que hay un salmo que se intitula: «cuando reconstruyamos el templo, después de la cautividad» (95,1 Vulgata). Acordaos de la cautividad en la que nos encontramos antaño, cuando el diablo tenía al mundo entero en su poder, como un rebaño de infieles. Es en razón de esta cautividad que vino el Redentor. Derramó su sangre para rescatarnos; por su sangre derramada suprimió el billete de la deuda que nos mantenía cautivos (Col 2,14)... Vendidos con anterioridad al pecado, hemos sido liberados por la gracia. Después de esta cautividad, ahora construimos el templo, y para que se edifique, anunciamos la buena nueva. Por eso el salmo comienza así: «Cantad al Señor un cántico nuevo». Y para que no pienses que se construye este templo en un rincón, tal como lo hacen los herejes que se separan de la Iglesia, fíjate en lo que sigue: «Cantad al Señor toda la tierra»... «Cantad al Señor un cántico nuevo, cantad al Señor toda la tierra» ¡Cantad y construid! Cantad y «bendecid el nombre del Señor» (v. 2). Anunciad el día nacido del día de salvación, el día nacido del día de Cristo. ¿Quién es, en efecto, la salvación de Dios sino Cristo? Por esta salvación, pedimos en el salmo: «Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación». Los justos de tiempos antiguos deseaban esta salvación, ellos de quienes el Señor dijo a sus discípulos: «Muchos han querido ver eso que vosotros veis, y no lo han visto» (Lc 10, 24)... «Cantad al Señor un cántico nuevo, cantad al Señor». ¡Ved el celo de los constructores! «Cantad al Señor y bendecid su nombre.» ¡Anunciad la buena noticia! ¿Qué buena noticia? ¡El día ha nacido del día... ; la Luz nacida de la Luz, el hijo nacido del Padre, la salvación de Dios! Así es como se construye el templo después de la cautividad.




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lunes, 9 de marzo de 2009

El ayuno, ¿para qué?

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El ayuno, ¿para qué?...


En la Palabra podemos encontrar diferentes tipos de ayuno que nos iluminan sobre el poder que tiene esta práctica espiritual en la vida del cristiano y de toda la comunidad. Algunos son ayunos de un día, otros de tres, y hasta otros de tres semanas ó 40 días. A continuación te presento la forma y los resultados que ha tenido esta práctica espiritual en la vida de los hombres de Dios.



1. El ayuno nos ayuda a superar la Crisis.
En el Antiguo Testamento encontramos una historia fascinante de Esther, quien sufría al saber que Amán, el Primer Ministro de la región, tenía como propósito la destrucción de la raza Judía que habitaba en Babilonia. Al mismo tiempo, Amán tenía planeado matar al tío de Esther, Mardoqueo (un judío), colgándolo públicamente.
Esther le comentó a su tío Mardoqueo: "Ve y reúne a todos los judíos que se hallen en Susa, y ayunen por mí, y no coman ni beban en tres días, noche y día; yo también con mis doncellas ayunaré igualmente...". (Est 4, 16).
Como resultado del ayuno de tres días, no sólo la vida de Mardoqueo fue salvada, sino la de todo el pueblo. Los enemigos del pueblo fueron destruidos (Ester 7, 10).



2. El ayuno favorece el encuentro divino.
El Segundo ayuno descrito en la Palabra es el ayuno parcial de veintiún días para preparase al encuentro con Dios. El profeta Daniel escribe: "En aquellos días yo, Daniel, estuve afligido por espacio de tres semanas. No comí manjar delicado, ni entró en mi boca carne ni vino, ni me ungí con ungüento, hasta que se cumplieron las tres semanas" (Dn10, 2-3).
Con ello, el profeta se preparó para recibir la visita del ángel que traía un mensaje de Dios para el pueblo: "He venido para hacerte saberlo que ha de venir a tu pueblo en los postreros días; porque la visión es para esos días" (Dn 10, 14).
El ayuno nos permite eliminar la cortina que nos impide tener un encuentro más íntimo e iluminador con Dios.



3. El ayuno nos ayuda a tener dominio sobre el pecado y el demonio.
Los ayunos bíblicos fueron establecidos por el Señor para que participáramos con él en el combate espiritual, mejorando nuestra resistencia al pecado, ya que al tener más dominio de nuestras pasiones será más fácil la victoria. Por otro lado, el ayuno nos permite tener más claridad en las trampas que el demonio nos pone para evitar que realicemos la voluntad de Dios. El ejemplo más claro lo tenemos en el primer Adán, el cual, engañado por el demonio, no obedeció la orden de “ayunar”. Recordemos que Dios le había pedido que se abstuviera de comer del “árbol de la ciencia del bien y del mal” (Gen 2, 16-17). Le ganaron sus pasiones, pues “viendo que era bueno y gustoso para comer, tomó del fruto del árbol” (Gén 3, 6). El segundo Adán, Jesucristo, el Señor, después de ayunar 40 días, tenía poder en su vida y luz en el alma y el demonio no pudo tentarlo, no lo convenció. Las pasiones de Cristo estaban ancladas en la voluntad de su Padre del cielo y por ello nada de lo que le ofreció el demonio fue capaz de seducirlo (Mt 4, 1-11).
Por este motivo instruía Jesús a sus apóstoles diciéndoles “velen y oren para que no caigan en la tentación” (Mt 26, 41). Un cristiano que no tiene ayuno en su vida no podrá jamás terminar victorioso. Siempre estará bajo el yugo de su carne y de sus pasiones.



4. El ayuno nos permite descubrir nuestro pecado.
En el Antiguo Testamento Dios le pidió al Pueblo que apartaran un día al año —el Día de Expiación— para auto-examinarse en su estado espiritual, para no engañarse y descubrir que sólo él es Señor y ante esto, doblegarse y pedir perdón de los pecados (Lev 23, 27).
Cuando ayunamos, la luz del Espíritu viene a nuestro corazón y descubrimos nuestra miseria; la debilidad que el ayuno produce nos hace reconocer nuestra miseria, nuestra fragilidad, la necesidad de Dios. Esto nos lleva a pedir su ayuda y su fuerza, a convertirnos en dependientes de su amor y poder. Jesús nos los decía “sin mí nada pueden hacer” (Jn 15, 5).



5. El ayuno nos da poder contra el maligno
Cuando ayunamos, la fuerza liberadora de Jesús actúa en nosotros y podemos desterrar de nosotros y de nuestros hermanos la acechanza del demonio, sea en la tentación o en la perturbación. El evangelio nos cuenta cómo los discípulos no pudieron echar fuera a un demonio, porque “esta clase de demonio sólo sale a base de ayuno y oración” (Mt 17, 21). El ayuno fortalece la autoridad espiritual en el hombre para que no solo tenga dominio sobre sí mismo, sino contra toda potencia o dominación que esté buscando perturbarlo a él o a sus hermanos.
Jesús nos dijo en el evangelio que sus seguidores también ayunaríamos, es, pues, tiempo de retomar este ejercicio espiritual tan necesario y benéfico para la vida cristiana.



CONSIDERACIONES GENERALES AL AYUNAR.
El ayuno es una práctica Espiritual para el dominio de las pasiones y para que nuestra vida espiritual crezca y se solidifique. Sin embargo, es conveniente tener en cuenta algunas recomendaciones que pueden ayudarnos a que este sea más fructuoso.
Esto elementos son importantes, ya que muchas veces, debido a nuestros compromisos laborales o de otra índole, no podremos observar todos los puntos que aquí se mencionan. Eso no debe ser causa de que no ayunemos. Aún en ayuno podemos hacer nuestras actividades normales. Pero procuremos tratar de observar la mayor parte de las siguientes recomendaciones según nos sea posible cuando ayunemos:



1.- Mantén tu ayuno lo más privado posible como nos lo pide el Señor. (Mt 6, 16-18).



2.- Mantente en oración. Sobre todo procura confesarte a la brevedad posible. Antes de hacerlo, pide que Dios te muestre todas las faltas que no ves para que no haya estorbo en las peticiones y resistir la tentación de comer. Este es ya uno de los primeros frutos del ayuno (Mt 17, 21; 26, 41). Entre otros instrumentos te puedo sugerir orar con los Salmos. Te propongo: Sal 15; Sal 22; Sal 28; Sal 38; Sal 51; Sal 103; Sal 127; Sal 139.



3.- Alimenta tu espíritu leyendo la Biblia. Recuerda que "no solo de pan vive el hombre sino de toda palabra que viene de Dios (Mt 4, 4). En este aspecto puedes seleccionar algunos pasajes que estén relacionados con lo que tú quieres obtener para tu vida.



4.- Procura empezar con cosas pequeñas: postres, refrescos, verduras; evitar la carne (pollo, pescado, res y cerdo), cigarro, alcohol, etc. En la medida en que tengas más fuerza podrás ir sustituyendo las comidas por solo pan y agua.



5. Camina hacia lo profundo. Después de este primer ejercicio de ayuno, puedes intentar uno en el cual sólo comas frutas y verduras, como el profeta Daniel (Dn 1, 8-15; 10, 3). En este, en las comidas, sólo comerás verduras y ensalada (ésta puede aderezarse con vinagre y aceite o con limón y sal). En este ayuno es conveniente que a media tarde y media mañana comas unas tres o cuatro almendras o nueces.



6. Sé perfecto. Una vez superado este ayuno podrás ya ayunar a pan y agua. Este consiste en tomar durante todo el día sólo pan y beber agua. Te recomiendo, sobre todo si tienes una jornada intensa de trabajo, que mezcles el agua con un poco de miel (una cucharadita por litro de agua) y al menos unas tres veces al día come a media mañana y a media tarde un pan con miel (una cucharada de miel), esto te recobrará las fuerzas.



7. Escoge el momento. Dentro de tus posibilidades, procura hacerlo en días que no tengas muchos compromisos y en lugares donde no haya muchas distracciones, sobre todo si vas a hacer ya un ayuno más severo (Mt 6, 6).



8. Establece la duración. Dependiendo de tus compromisos y la práctica que ya tengas en este ejercicio o lo que Dios te dirija. Sólo recuerda que: Dios está más interesado en la actitud de tu corazón que en la duración del ayuno. Dios no va a contestar tus oraciones dependiendo de la cantidad que ores, sino de qué tan sinceramente ores. Lo mismo se aplica al ayuno (Mt 6, 7-8).



9.- El aseo personal y el ejercicio. Recuerda que es una práctica espiritual y que por ello sólo tú debes saber que lo estás haciendo. Si harás un ayuno más prolongado, no dejes el ejercicio, aunque sea poco para mantener la vitalidad en tu cuerpo. Cuando se ayuna bajo la gracia de Dios gran parte de la energía para la vida llega misteriosamente por la obra del Espíritu. Ordinariamente no te faltará fuerza. Sin embargo, la oración debe ser nuestro principal ejercicio y nuestro alimento fundamental para no desfallecer.



10.– El ayuno es algo que todos podemos hacer. No hay edad para ayunar, se puede hacer desde los bebés hasta los ancianos, como nos lo muestran diferentes pasajes de la Escritura (Joel 2, 15-16). Aun los enfermos pueden privarse de algo. Siempre de acuerdo con las indicaciones del médico.



FACTORES QUE IMPIDEN AYUNAR A LOS CRISTIANOS


Existen algunas ideas y factores que han hecho que nuestros cristianos no ayunen. Te propongo algunas de ellas para que las superes si alguna de ellas llega a afectar tu vida.



1.- La falta de conocimiento, práctica e interés sobre este tema. En general, la gente no sabe ni qué es ni cómo ayunar (Os 4, 6).



2.- La oposición satánica para que no se hable de él ni se practique. Sabe que en un cristiano que ora y ayuna no tienen participación sus acciones tentadoras, y menos las perturbadoras (Mt 17, 21).



3.- El placer y el trabajo en que están ocupados los cristianos. No hay tiempo. Hay una gran promoción por parte del mundo actual de la COMODIDAD Y EL HEDONISMO (2 Tim 3, 4).



4.- La falta de resultados en el pasado. Muchos no obtuvieron en el pasado lo que deseaban al practicar el ayuno y la oración. Pensando que no es tan efectiva, la abandonan, cuando lo más seguro es que haya algo en sus vidas que necesita ser tratado (St 4, 2).



5.- Las adicciones que han invadido a la comunidad. Hay muchas sustancias aceptadas socialmente que producen de una ligera a moderada dependencia. Este tipo de sustancias a veces se les clasifica como drogas blandas. Los cristianos que no pueden dejar de fumar, tomar calmantes, tomar bebidas con alcohol, necesitan ayunar para romper estas cadenas. Sin embargo, las personas acostumbradas a dichas sustancias suelen sufrir malestares físicos durante el ayuno y por eso lo abandonan. Recordemos que Jesús nos dijo que era necesario tomar la cruz (Mt 16, 24)



6.- El temor a no comer. El dominio del espíritu de glotonería. (Fil 3, 17-19; Lc 21, 34; Prov 23, 21).



7.- El espíritu egoísta de la época. (Prov 16, 26).
Que Dios nuestro Señor te fortalezca en esta práctica. Verás en poco tiempo resultados sorprendentes en tu vida espiritual, sobre todo en el dominio de ti mismo, de tus tentaciones y una comunión más plena con Dios.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Ernesto María Caro, Sac.



GRACIAS: "Yuvisela Medina Ibarra"





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sábado, 7 de marzo de 2009

Domingo 08 Marzo 2009

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Segundo Domingo de Cuaresma


San Juan de Dios, Devoción Mariana: NUESTRA SEÑORA DE AKITA


Leer el comentario del Evangelio por San Ambrosio : «Se transfiguró delante de ellos; sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador»


Lecturas


Génesis 22,1-2.9.10-13.15-18. Después de estos acontecimientos, "Dios puso a prueba a Abraham "¡Abraham!", le dijo. El respondió: "Aquí estoy". Entonces Dios le siguió diciendo: "Toma a tu hijo único, el que tanto amas, a Isaac; ve a la región de Moria, y ofrécelo en holocausto sobre la montaña que yo te indicaré". Cuando llegaron al lugar que Dios le había indicado, Abraham erigió un altar, dispuso la leña, ató a su hijo Isaac, y lo puso sobre el altar encima de la leña. Luego extendió su mano y tomó el cuchillo para inmolar a su hijo. Pero el Angel del Señor lo llamó desde el cielo: "¡Abraham, Abraham!". "Aquí estoy", respondió él. Y el Angel le dijo: "No pongas tu mano sobre el muchacho ni le hagas ningún daño. Ahora sé que temes a Dios, porque no me has negado ni siquiera a tu hijo único". Al levantar la vista, Abraham vio un carnero que tenía los cuernos enredados en una zarza. Entonces fue a tomar el carnero, y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo. Luego el Angel del Señor llamó por segunda vez a Abraham desde el cielo, y le dijo: "Juro por mí mismo - oráculo del Señor - : porque has obrado de esa manera y no me has negado a tu hijo único, yo te colmaré de bendiciones y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar. Tus descendientes conquistarán las ciudades de sus enemigos, y por tu descendencia se bendecirán todas las naciones de la tierra, ya que has obedecido mi voz".


Salmo 116,10.15.16-17.18-19. Tenía confianza, incluso cuando dije: "¡Qué grande es mi desgracia!". ¡Qué penosa es para el Señor la muerte de sus amigos! Yo, Señor, soy tu servidor, tu servidor, lo mismo que mi madre: por eso rompiste mis cadenas. Te ofreceré un sacrificio de alabanza, e invocaré el nombre del Señor. Cumpliré mis votos al Señor, en presencia de todo su pueblo, en los atrios de la Casa del Señor, en medio de ti, Jerusalén. ¡Aleluya!


San Pablo a los Romanos 8,31-34. ¿Qué diremos después de todo esto? Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no escatimó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿no nos concederá con él toda clase de favores? ¿Quién podrá acusar a los elegidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién se atreverá a condenarlos? ¿Será acaso Jesucristo, el que murió, más aún, el que resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros?


Marcos 9,2-10. Seis días después, Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan, y los llevó a ellos solos a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos. Sus vestiduras se volvieron resplandecientes, tan blancas como nadie en el mundo podría blanquearlas. Y se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. Pedro dijo a Jesús: "Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías". Pedro no sabía qué decir, porque estaban llenos de temor. Entonces una nube los cubrió con su sombra, y salió de ella una voz: "Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo". De pronto miraron a su alrededor y no vieron a nadie, sino a Jesús solo con ellos. Mientras bajaban del monte, Jesús les prohibió contar lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Ellos cumplieron esta orden, pero se preguntaban qué significaría "resucitar de entre los muertos".


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.


Leer el comentario del Evangelio por


San Ambrosio (hacia 340-397), obispo de Milán y doctor de la Iglesia Comentario al evangelio de san Lucas, VII, 9s


«Se transfiguró delante de ellos; sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador»


Tres son los escogidos para subir a la montaña, dos para aparecerse con el Señor... Pedro, que ha recibido las llaves del Reino de los cielos, sube, y Juan a quien se le confiará la Madre de Jesús, y Santiago que será el primero en llegar a la dignidad de obispo. Después aparecen Moisés y Elías, la Ley y la profecía, con el Verbo... También nosotros subimos la montaña, imploramos al Verbo de Dios para que se nos aparezca en su «resplandor y belleza», que sea «fuerte, se adelante en majestad y reine» (Sl 99,4)... Porque si tú no subes a la cumbre a través de un saber más elevado, la Sabiduría no se te revelará, no tendrás el conocimiento de los misterios, ni verás aquel resplandor, aquella belleza contenida en el Verbo de Dios, sino que el Verbo te parecerá como en un cuerpo «sin belleza ni resplandor» (Is 53,2). Te parecerá como un hombre lastimado, capaz de sufrir nuestros males (v. 5); te parecerá como una palabra nacida del hombre, cubierta del velo de la letra, sin resplandecer con la fuerza del Espíritu (cf 2C 3,6-17)... Sus vestidos son de una manera abajo de la montaña, otra allá arriba. Puede ser que los vestidos del Verbo sean las palabras de la Escritura, adornando, por decirlo de alguna manera, el pensamiento divino, y puesto que se aparece a Pedro, Santiago y Juan bajo otro aspecto, sus vestidos resplandecen de un blanco deslumbrador, de la misma manera que, a los ojos de tu espíritu, se ilumina ya el sentido de las Escrituras. Las palabras divinas, pues, se vuelven como nieve, los vestidos del Verbo «de un blanco deslumbrador como no puede dejarlos ningún batanero del mundo»... Vino una nube y los cubrió con su sombra. Esta sombra es la del Espíritu divino; no es un velo sobre el corazón de los hombres, sino que revela lo que esta escondido... Ya lo ves: no sólo para los principiantes, sino también para los perfectos y lo mismo para los que habitan en el cielo, la fe perfecta es conocer al Hijo de Dios.




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