domingo, 15 de febrero de 2009

EVANGELIO domingo 15 Febrero 2009



Sexto Domingo del Tiempo Ordinario



San Claudio de la Colombiere



Leer el comentario del Evangelio por San Pascasio Radbert : «Quiero: queda limpio»



Lecturas



Levítico 13,1-2.44-46. El Señor dijo a Moisés y a Aarón: Cuando aparezca en la piel de una persona una hinchazón, una erupción o una mancha lustrosa, que hacen previsible un caso de lepra, la persona será llevada al sacerdote Aarón o a uno de sus hijos, los sacerdotes, se trata de un leproso. Esa persona es impura, y el sacerdote deberá declararla como tal: tiene lepra en la cabeza. La persona afectada de lepra llevará la ropa desgarrada y los cabellos sueltos; se cubrirá hasta la boca e irá gritando: "¡Impuro, impuro!" Será impuro mientras dure su afección. Por ser impuro, vivirá apartado y su morada estará fuera del campamento.



Salmo 32(31),1-2.5.11. De David. Poema. ¡Feliz el que ha sido absuelto de su pecado y liberado de su falta! ¡Feliz el hombre a quien el Señor no le tiene en cuenta las culpas, y en cuyo espíritu no hay doblez! Pero yo reconocí mi pecado, no te escondí mi culpa, pensando: "Confesaré mis faltas al Señor". ¡Y tú perdonaste mi culpa y mi pecado! ¡Alégrense en el Señor, regocíjense los justos! ¡Canten jubilosos los rectos de corazón!



1 Corintios 10,31-33.11,1. En resumen, sea que ustedes coman, sea que beban, o cualquier cosa que hagan, háganlo todo para la gloria de Dios. No sean motivo de escándalo ni para los judíos ni para los paganos ni tampoco para la Iglesia de Dios. Hagan como yo, que me esfuerzo por complacer a todos en todas las cosas, no buscando mi interés personal, sino el del mayor número, para que puedan salvarse. Sigan mi ejemplo, así como yo sigo el ejemplo de Cristo.



Marcos 1,40-45. Entonces se le acercó un leproso para pedirle ayuda y, cayendo de rodillas, le dijo: "Si quieres, puedes purificarme". Jesús, conmovido, extendió la mano y lo tocó, diciendo: "Lo quiero, queda purificado". En seguida la lepra desapareció y quedó purificado. Jesús lo despidió, advirtiéndole severamente: "No le digas nada a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega por tu purificación la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio". Sin embargo, apenas se fue, empezó a proclamarlo a todo el mundo, divulgando lo sucedido, de tal manera que Jesús ya no podía entrar públicamente en ninguna ciudad, sino que debía quedarse afuera, en lugares desiertos. Y acudían a él de todas partes.



Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por



San Pascasio Radbert (?-hacia 849) monje benedictino Comentario al evangelio de Mateo, 5,8; CCM 56 A, 475-476



«Quiero: queda limpio»



El Señor cura cada día el alma de todo aquel que se lo pide, le adora piadosamente y proclama con fe estas palabras: «Señor, si quieres, puedes limpiarme», y esto sea cual sea el número de sus faltas. Porque «todo el que invoca el nombre del Señor se salvará» (Rm 10,10). Es preciso, pues, que dirijamos a Dios nuestras peticiones con toda confianza, sin dudar en absoluto, de su poder... Esta es la razón por la que el Señor, al leproso que se lo pide, le responde inmediatamente: «Quiero». Porque, apenas el pecador comienza a rogarle con fe, que ya la mano del Señor se pone a curarle la lepra de su alma... Este leproso nos da un consejo muy bueno sobre la manera de orar. De ninguna manera duda de la voluntad del Señor como si rechazara creer en su bondad. Sino que, consciente de la gravedad de sus faltas, no quiere presumir de esta voluntad. Diciendo al Señor que si quiere puede curarle, afirma que este poder pertenece al Señor y, al mismo tiempo, afirma su fe... Si la fe es débil, debe primero fortalecerse. Es tan sólo entonces que revelará todo su poder para alcanzar la curación del alma y del cuerpo. Sin duda que el apóstol Pedro habla de esta fe cuando dice: «Ha purificado sus corazones con la fe» (Hch 15,9)... La fe pura, vivida en amor, sostenida por la perseverancia, paciente en la espera, humilde en su afirmación, firme en su confianza, llena de respeto en su plegaria y de sabiduría en lo que pide, está cierta de poder oír en toda circunstancia esta palabra del Señor: «Quiero».




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